martes, 20 de marzo de 2012

Mi experiencia con el Yoga…

Llevo más de una semana intentando llevar a la práctica las técnicas de El Secreto. Aplico la idea de DAR para recibir. Empiezo cada día intentando crear esa corriente positiva que supuestamente nos tiene que retroalimentar de energía y buen rollo.
Mis fuerzas flaquean al no ver resultados. A punto de desistir llamo desconsolado a Franccesca.
¿Qué pasa amiga? ¿Cómo puede ser? Te juro que sigo al pie de la letra todo lo que dice el libro…
No te preocupes, me dijo. Ya verás que mañana estarás más animado, hoy tengo clase de yoga y quiero que me acompañes.
Yo siempre me mostré escéptico con el yoga. Mi amiga insistió en que me ayudaría a relajarme y también aliviaría mi estrés.
Me convenció. Ahí vamos…

Al empezar la clase hicimos unas posturas y movimientos (asanas) para entrar en calor. Como mi flexibilidad no es del todo mala, pude seguirlas sin problemas.
A continuación ejercicios para tonificar partes concretas del cuerpo (brazos, piernas). La cosa se fue complicando paulatinamente. Cuando ya tenía la postura medio controlada, la profesora decía que había que acompasar el movimiento con la respiración…
“Ahora tomamos aire… ahora soltamos”, “intentamos dejar la mente en blanco”…
Y en eso estaba yo, mientras hacía lo indecible por mantener el equilibrio en una posición imposible. De repente escucho un estruendo junto a mí… Al compañero yoguini que tenía a mi izquierda se le había “caído” flor de pedete de tanto apretar y contraer músculos para mantener el equilibrio. Por si faltaba algo para mi mente que saltaba de un lado para otro. Ya no sabía si reír o llorar. Me dolía todo. Más que relajarme me sentía cada vez más ansioso y tensionado.

“Ahora vamos a realizar unos ejercicios de respiración antes de la relajación”.
“Cerramos los ojos e intentamos concentrarnos. Inspiramos profundo y soltamos… exhalamos TODO lo que nos molesta, lo que nos hace mal”…
“Cogemos el aire por una narina en cuatro tiempos y aguantamos antes de soltarlo por la otra”…
Basta, pensé. Porqué no te callas. Se me vino a la mente un cuento de Franccesca sobre la dificultad de la respiración “fraccionada”.
Empecé a sentirme francamente mal, agobiado, un estado muy lejano a la sensación de PAZ y BIENESTAR que pregonaba la profesora.
Mi respiración se descontroló y me invadió una especie de taquicardia… Sentí que me ahogaba durante esa respiración “controlada”… tenía urgencia por expulsar el aliento y la necesidad de inhalar de nuevo lo más rápido posible…Miré alrededor y todos permanecían “idos” e inmóviles. Aprovechando que estaban con los ojos cerrados, sin dudarlo ni un segundo me fui de la sala, dejando en mi escapada la esterilla, el abrigo y los tenis…

Estoy en casa. Es tarde. Tengo 10 llamadas perdidas de Franccesca.
Decido no hacer nada, me quedo quieto, mañana será otro día…

M.

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