Hacer surf conlleva ser la reina del mambo porque no somos
muchas las féminas sobre una tabla y las pocas que hay llevan al maromo
surfista incorporado. Lo bueno que tiene el ir sola a pillar olas es que los
chicos son muy majos. Además está del subidón de montarte en una ola o la paz
que da estar sentada en tu tabla disfrutando de un paisaje maravilloso, con
vista muy mejorada por la cantidad de guapetones que te rodean. Es algo típico
que cuando hay racha sin olas la cosa se tranquiliza, el ambiente se relaja y
la situación suscita la conversación. Estar vigilando el mar de reojo para
estar al loro en caso de que las olas regresen y a la vez hablar como si
estuvieras en una terraza tomándote unas cañas es complicado. Si resulta que
conversas con un maromazo allí estás tú de lo más favorecida con un traje que
te marca todo lo marcable, la cara sin gota de maquillaje, roja por el
ejercicio y despeinada como nunca, vamos, hecha un Cristo. Es un milagro que el
maromo te encuentre atractiva y te dé conversación varios días seguidos. Recientemente
ha pasado el milagro y un guapetón rubiales que creo que debe estar cegarato me
está dando palique en alta mar desde hace unos días y no sabe que habla con una ojerosa con pelos
de loca y cara de agotada después de jornada estresante. La cosa se va animando
y nos vamos conociendo mejor … estamos en ese momento en el que la situación
pide quedada para tomarse un algo en el mundo real con ropa decente y no con
pinta de superhéroes con mallas ajustadas en tablas que vuelan sobre el agua. Que
sepáis que es imposible quedar con alguien en medio del mar llevando nada más
que un traje de neopreno y una tabla… sólo tienes tu memoria, que en mi caso no
es buena, para acordarte de nueve números mágicos y poder escribirlos al salir
del agua para llamar al maromo y quedar para un café. Así que ahora ando atiborrándome
a complejos vitamínicos para la memoria y así cuando se suscite el momento “tranquilo que memorizo
yo tu número guapetón que tengo buena memoria” consiga recordar esos 9 números de
la suerte y a ver qué pasa…
domingo, 26 de agosto de 2012
martes, 14 de agosto de 2012
Los bostezos de Paco…
Conocí a Paco
Siñeriz por motivos de trabajo. Telefónicamente concertamos una cita para comer
y así tratar un asunto comercial. Nada más presentarnos en el restaurante (sólo
habíamos hablado telefónicamente), Paco emitió un bostezo grande y sonoro que
apaciguó tapándose la boca. Después de ordenar el menú al camarero, comentaba
yo mis ideas sobre el proyecto de trabajo cuando mi oyente, por tercera vez,
emitió un contundente bostezo, y fue en ese
momento cuando empecé a preguntarme y responderme mentalmente… este tipo
se habrá corrido una juerga brutal y vino a la entrevista sin pegar ojo, o no
entiende nada de lo que le digo, o no le interesa un comino mis propuestas…
Durante la comida Paco siguió en su trece… y ya había llamado la atención de casi todos los comensales a nuestro alrededor. En otra furibunda apertura de mandíbulas, cual hipopótamo de La sabana, logré divisar en su boca algún trozo de carne a medias de masticar y también algún premolar con necesidad de pasar urgentemente por las manos de un profesional odontólogo.
Durante la comida Paco siguió en su trece… y ya había llamado la atención de casi todos los comensales a nuestro alrededor. En otra furibunda apertura de mandíbulas, cual hipopótamo de La sabana, logré divisar en su boca algún trozo de carne a medias de masticar y también algún premolar con necesidad de pasar urgentemente por las manos de un profesional odontólogo.
Por un momento tuve
miedo, ya que pensé que en una de esas aperturas de boca increíbles, Paco se
dislocaría los huesos de la quijada.
Sentí rabia e impotencia cuando me vi irremediablemente contagiado en la acción incontrolada de abrir la boca, para realizar una inspiración profunda a la que sigue una espiración de algo menos de lo inhalado…
También tuve la tentación de cronometrar sus bostezos y deducir su frecuencia e intervalo en un espacio de tiempo.
Ya podía imaginarme, con todo lujo de detalles, a Paco la noche anterior en la verbena de cualquier pueblo en fiestas (en estas fechas muchos pueblos de toda la geografía española celebran con luz y sonido sus fiestas patronales). Lo “veía” claramente delante de la orquesta, sosteniendo un cubata, moviéndose torpemente al ritmo de la música y sobre todo embelezado con la cantante de la orquesta.
Llegamos a los postres y mi curiosidad e incredulidad (más o menos a partes iguales), estaban casi al límite. Pedí la cuenta y pagué en el mismo acto. Salimos del comedor sin esperar el cambio. Nos despedimos sin concretar negocio o futuro encuentro.
Sentí rabia e impotencia cuando me vi irremediablemente contagiado en la acción incontrolada de abrir la boca, para realizar una inspiración profunda a la que sigue una espiración de algo menos de lo inhalado…
También tuve la tentación de cronometrar sus bostezos y deducir su frecuencia e intervalo en un espacio de tiempo.
Ya podía imaginarme, con todo lujo de detalles, a Paco la noche anterior en la verbena de cualquier pueblo en fiestas (en estas fechas muchos pueblos de toda la geografía española celebran con luz y sonido sus fiestas patronales). Lo “veía” claramente delante de la orquesta, sosteniendo un cubata, moviéndose torpemente al ritmo de la música y sobre todo embelezado con la cantante de la orquesta.
Llegamos a los postres y mi curiosidad e incredulidad (más o menos a partes iguales), estaban casi al límite. Pedí la cuenta y pagué en el mismo acto. Salimos del comedor sin esperar el cambio. Nos despedimos sin concretar negocio o futuro encuentro.
Todavía aturdido
por esta singular reunión de trabajo empecé
a caminar sin rumbo…
Me siento cansado. Tengo ganas de bostezar.
No puede ser!!!
Uuaaaaahhh…
M.
Me siento cansado. Tengo ganas de bostezar.
No puede ser!!!
Uuaaaaahhh…
M.
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