Hoy es una preciosa tarde
de septiembre de un verano que languidece.
Estoy en un parque muy
bonito a las afueras de una ciudad del norte de la península. Una tupida alameda
recorre una margen del río. Hay un entorno inmejorable con juegos infantiles y
la imagen de algunos veleros y piraguas que pintan una preciosa postal para la
vista.
Antes de sumergirme en la
lectura, sigo escudriñando a mí alrededor.
Familias enteras montan un
verdadero campamento, donde despliegan mesas y sillas, para comer a resguardo
del cálido sol. Parejas que extienden una manta y despliegan un picnic a la
sombra de uno de los pocos árboles que quedan con vistas al río. Todo parece
estar en armonía y formar parte de una perfecta
escenografía.
Detrás de mí una mujer con
su niña y una señora mayor que será la abuela de la pequeña acaban de llegar al
parque y buscan con la vista un sitio para desplegar su mantel y su
vianda.
Un ruido de agua me hace
girar la cabeza. La mujer mayor se puso a hacer pis delante del banco donde se
encontraba y la hija le recriminó airadamente su actitud, al tiempo que le decía
que los baños estaban muy cerca y que tenía que avisarla.
Esta situación me sacude y
me deja pensando en nuestros mayores…
Los indicios de que
nuestros abuelos y padres están envejeciendo a veces son insignificantes. Las
señales van apareciendo poco a poco. La pérdida de agilidad motora y mental
además del deterioro físico, son señales de cambios progresivos que avisan de un
proceso que no se puede revertir como nos gustaría.
A veces nuestra reacción es de enojo hacia ellos, otras veces de indiferencia. También sentimos impotencia y, por supuesto, tristeza.
A veces nuestra reacción es de enojo hacia ellos, otras veces de indiferencia. También sentimos impotencia y, por supuesto, tristeza.
Debemos aceptar el paso
inexorable del tiempo. La vejez de nuestros mayores nos abre la oportunidad de
compartir con ellos una etapa nueva y promover encuentros o espacios que antes
no teníamos. Es una realidad que tarde o temprano nos tocará vivir y sentir en
carne propia.
Tenemos que ser conscientes del estado emocional por el que estas personas transitan y el grado de soledad e incomprensión que muchas veces tienen. Aprovechemos para fomentar hacia ellos el cuidado y el acercamiento.
Tenemos que ser conscientes del estado emocional por el que estas personas transitan y el grado de soledad e incomprensión que muchas veces tienen. Aprovechemos para fomentar hacia ellos el cuidado y el acercamiento.
M.