sábado, 7 de enero de 2012

Que cruz...

Creo que ya os hablé de me abuelita. Sí, esa señora obsesionada con casar a todas sus nietas con hombres de bien, con carreras que en su época eran las importantes, da igual médicos, que abogados, con tal de que ella piense que ganan mucho dinero. En eso se basa la cosa, que ellos mantengan a sus nietas. Viva la liberación femenina de la época de Maricastaña.
El asunto es que con motivo de las Navidades pues ya se sabe, se tiene más trato con la familia que durante el resto del año. Pues bien, una tarde de diciembre, de estas tardes de café, galletas y turrones alrededor del árbol de Navidad vino mi abuelita a casa a pasar la tarde. Sus dos preguntas de rigor son si tienes trabajo y si tienes novio. El caso es que tengo un trabajo nuevo en una empresa muy buena donde cualquier persona pensante se sentiría orgullosa de que un pariente o amigo trabajase allí. Pero claro, mi abuelita es harina de otro costal. Tras enterarse de que trabajo en esta multinacional, en vez de decirme lo orgullosa que se sentía de mi logro va y me suelta: “¿Pero no irás a trabajar vestida así, no?” Dejadme aclara que una estaba divina de la muerte con una falda fashion larga color crema y jersey de cuello vuelta negro con collar XL a juego con el modelito, el pelo en moño de fiesta y botas inspiración invierno en Canadá. En fin, divina, preciosa y estilosa estaba la Franccesca para recibir a su abuelita a tomar el café. El asunto es que tras esa pregunta me pone cara de desaprobación, me mira de arriba a abajo y me suelta otra perla: “¡Y no adelgaces más que si no, no vas a encontrar marido!”. Ahí estoy yo, sirviéndole el café con unas ganas de tirárselo encima que ni os imagináis. Se ve que la señora agarró carrerilla y no paraba de soltarme perla tras perla. En resumidas cuentas a mi abuela le importa un rábano si me gusta mi trabajo, ni siquiera en qué consiste. Su mayor preocupación se centra en que yo enganche a uno de los jefazos de la empresa y lo haga mi esposo. “A ver nieta, tienes que llevar minifaldas al trabajo, que hay que enseñar esas piernas, y eso de cuellos vuelta nada, escote y ni se te ocurra recogerte el pelo que a los hombres les gusta la melena suelta en las mujeres” Yo no podía ni gurgutar, flipando en colores estaba, vamos, que daba igual que estuviera en la cafetería sirviendo cafés, de limpieza o en el departamento internacional… lo que importaba es que habían jefazos a los que cazar con una buena minifalda, un escote de vértigo y una melena el viento.  Que triste, da igual los méritos que haga, hasta que no pille un marido con un buen puesto, pero algo tradicional que mi abuela entienda, no vaya a pillarme un diseñador, o un programador de videojuegos y ya ni qué decir si es de raza oscura…¡completamente desaprobado para la señora! Si ya veo que no se quedará tranquila mi abuela y no me dejará en paz porque me juego la minifalda a que cuando pille “mario” me dará la lata con los “churumbeles”. ¡Agotador! 
F.

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