martes, 9 de agosto de 2011

Se rompió la magia…


Hoy me tocó renovar mi documento nacional de identidad. Así que ya tengo un plástico nuevo de varios colores pastel que tiene 10 años de validez y además añade un nuevo elemento de modernidad y tecnología… el chip.
Mientras realizaba el trámite una señora mayor se acercó al mostrador para preguntar como hacía para validar su flamante DNI. El chico, sin apartar la vista del ordenador le señaló un “kiosko-ordenador” donde introducir el carnet para obtener el PIN. La señora dio media vuelta y se encaminó a la máquina señalada. Se detuvo antes de llegar intentando descifrar su uso desde una distancia prudencial…
Todos los presentes siguieron en su normalidad. Nadie se ofreció para ayudar a la señora a utilizar aquel aparato. Todos permanecían conectados a la tecnología y enganchados a ese mundo virtual que todo lo toca y todo lo transforma.

Cuando la señora volvió al mostrador para pedir ayuda recibió como respuesta: “tiene que introducir el DNI por la ranura y poner el dedo en el lector de huellas. Después debe teclear una contraseña segura, que mezcle mayúsculas y minúsculas, números y letras, y que sea una combinación que no esté relacionada con sus datos personales”.
La señora desistió de su intento después de analizar la máquina un buen rato. La verdad que yo creo que la mujer podrá prescindir de hacer compras firmadas a través de internet, realizar transacciones usando la banca online o realizar trámites con alguna administración pública.

La imagen presenciada me dio vueltas en la cabeza a lo largo de todo el día.  Hoy tuve conciencia que la tecnología invade nuestras vidas y de alguna forma nos transforma en sus rehenes.
Podemos hacer casi cualquier cosa con el ordenador… tocar un instrumento musical, leer un libro, pintar sobre la pantalla a modo de lienzo y jugar al solitario con cartas no reales.
Nuestra adicción a twitter, skype y demás redes sociales sigue en aumento. Estar lejos de la tecnología por un rato nos crea una sensación de abstinencia que transforma la ansiedad en malhumor. El iPad, BlackBerry o Netbook de turno están convirtiendo nuestras relaciones personales y nuestra vida en un cuento irreal y virtual. Reconozco que cada vez nos cuesta más hablar con un amigo mirándolo a los ojos, disfrutar del color de las flores y sentir el olor de la tierra.

Preso de un terrible sentimiento de impotencia me fui a pasear a la playa. Me descalcé para sentir el frescor de la arena mientras caminaba por la orilla… El calor de los últimos rayos de sol del atardecer y el sonido del mar aplacaron mis sensaciones de angustia. De pronto el sonido del móvil rompió la  magia del momento y me hizo volver a la realidad…
Era un mensaje de Franccesca anunciando que actualizó su perfil de Facebook…



M.

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